humans in the making
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🪄 MARZO 🪄 Habitar(se) en presente
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🪄 MARZO 🪄 Habitar(se) en presente

humans in the making, un espacio para activistas de una vida llena de darse permiso.
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Hola, humana, y bienvenida a la tercera edición de Humans del año. Como ves en el título, esta entrega tendría que haber salido unas semanas antes, pero… Estoy en Argentina! Este último mes sucedió demasiado rápido (e imprevisto, ya les contaré en la próxima edición con más detalles), así que me fue humanamente imposible cumplir con todo.

Sin más dilación, les comparto la edición de marzo y el episodio charlando con Regina, una gran amiga mía, con quien tuve la suerte de volver a reunirme en mi amada Madrid.

Habitar(se) en presente

Hace varios días me persigue un pensamiento: no soy poética, no soy poética. Aparece, principalmente, cuando leo a amigas y queridas que son todo lo poético del mundo: Caro, Marina, Sol. Después, un segundo pensamiento se instala: poético es aquel que sabe ver la poesía de la cosas, la poesía en la vida. Entonces, un poco poética sí seré. Frente a esto, me invade la pregunta: ¿dónde vive la poesía? ¿En el pasado y sus remanencias, en el presente y lo vivo, o en el futuro y la nostalgia que lo tiñe de azul?


Ya pasó más de un año desde ese primer avión de 16 horas que nos depositó en Bangkok un 26 de febrero a la mañana. Cualquiera podría decir que no hay nada que te ate más a vivir en el presente que vivir viajando, ¿no? Lo que existe ahora, esta cama, este pedacito de playa, este restaurant favorito, solo existe por unos días. Es paradójico: nunca se cree que hay más presente que cuando se está en constante movimiento, y, sin embargo, es tan efímero que podría ser inexistente. A lo largo de todo este año, si hay algo que sentí fue una profunda conexión con la naturaleza, y fue ella la que me ancló a todos los presentes que tuve, porque, si de mi mente se trataba, en la mayoría de los casos, prevalecía la voz del parlante de mensajes de aeropuerto recordándome que nunca estoy llegando, porque siempre me estoy yendo.

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Pienso en el presente y pienso en la poesía porque yo aprendí a reconocer la belleza a través de ella, no porque la escriba, no porque la lea, sino porque tiene la capacidad de extendernos sus formas de mirar el mundo. Poesía es poder apreciar la forma de una gota en un microscopio, encontrar la figura de un árbol en la placenta de un bebé, y que todo eso me parezca fascinante porque al final somos todos lo mismo, compartimos hasta los patrones con la naturaleza. Para eso, para poder reconocer, para poder apreciar, necesito estar presente. No solo en el tiempo, sino también en mí.

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To be alive: not just the carcass

But the spark.

That's crudely put, but...

If we're not supposed to dance,

why all this music?

En Vietnam quedé absorta mirando a las mujeres trabajar en los campos tan tranquilamente. En Tailandia no pude sacarle los ojos de encima a las mujeres tan tan mayores que, en cuclillas, montaban adornos de flores artesanales. Los monjes del templo Haeinsa se llevan el puesto nº1 a la presencia en Corea del Sur, una demostración absoluta de la vida en presente. Mientras viajaba, mientras me alojaba en casas de greco-australianos y aprendía de su cultura y su comida, mientras mirábamos fútbol con nuevos amigos, mientras cenábamos con veteranos de guerra, a la par, siempre estuve muy abocada a un trabajo de exploración personal y profesional. Y cualquiera de las dos versiones que existieron en mí, la que viajaba y cuidaba mascotas ajenas que se volvían conocidas y la que estudiaba y se mostraba en redes hablando de los temas que le importan, descubrieron, a la vez, que cuanto más humana y ordinaria se muestra, que es, al fin y al cabo, como soy, más conecta con el presente, y en él, con otros humanos.

Sin embargo, la presencia se nos deprime y angustia cuando pensamos en que pocos son los que están haciendo algo por conservar un presente habitable. La crisis climática, habitacional y económica parece tocar la puerta a todo aquel perteneciente a una clase media, trabajadora, humilde, o que llega con lo medianamente justo a fin de mes. A algunos les toca reducir consumos, a otros salir a cenar un día menos, pero, de cualquier manera, el peso está: la situación social para las personas que estamos acá, hoy, reunidas, es un tanto complicada, y, si no lo es, acecha serlo a la vuelta de la esquina. Es normal, y hasta esperable, que nos preguntemos cómo podemos vivir el presente si tenemos una ansiedad galopante y generalizada porque no sabemos si el próximo mes podremos pagar el alquiler de la casa, o si conseguiremos vender la suficiente cantidad de cupos de un taller para poder sostener el servicio que damos. Estoy de acuerdo con quienes dicen que la salida a muchas de estas situaciones es colectiva, aunque, permítanme enojarme también con aquellos políticos que no hacen nada al respecto o que dan vuelta la cara cuando nos enteramos de que Neymar Jr. anda moviéndose en avión privado sumando la cantidad de 230.000 kg de emisiones de CO2 a la atmósfera (y muchos más: siento decirles, por ejemplo, que su gran amor Taylor Swift fue, en 2022, la que más huella de carbono creó con sus vuelos privados). Sin embargo, cada día me convenzo más de que adueñarnos verdaderamente de nuestro presente sea, tal vez, la mejor revolución. En un mundo que parece caerse a pedazos por donde se lo mire, encontrar esos espacios de vida lúcida y excitante puede ser lo único que realmente podamos conservar y atesorar, haciéndonos una vida más liviana, y sobre todo, disfrutable. Es en estos casos cuando lo que algunos llaman romantizar, mirar el vaso medio lleno o, simplemente, saber apreciar, es lo que nos salva.

Porque el presente termina siendo, realmente, lo único que tenemos.

Llevo toda mi adultez ocupada en crear una vida de la que no quiera huir. Cometí, durante todos esos primeros años de obsesión, el error de focalizar en el futuro. Así, cuando consiguiera asegurarme la (falsa) libertad eterna, podría ser feliz. Podría disfrutar. Podría darme permiso para revisar ciertas cosas de mí que no me gustaban. Podría dedicar mi tiempo a leer todos los libros del mundo (que, por ese entonces, se acumulaban sin ser siquiera abiertos en estanterías de mi cuarto). Pero, por mucho que nos pese, los errores son los amigos que nos llevan a lugares a los que tal vez nunca habríamos conseguido llegar solos, o, por lo menos, nos ahorran un camino de jugar chiquito pero seguro.


Empecé a entender lo que realmente significaba vivir en el presente cuando dejé entrar el minimalismo a mi vida. No se trata de casas blancas con pocos adornos (o sí, si eso quieres). Es, principalmente, aprender a elegir porque te vuelves consciente de lo que cabe. Es tan sencillo y tan mágico como parece. Cuando aprendes y practicas a identificar cuánto es lo que cabe en tu vida, en tus vínculos, en tu espacio interno, hasta en tu armario, empezás a destilar tus elecciones y decisiones con una mirada mucho más refinada. Porque descubrís que no se trata de tener mucho de todo, o un poco de cada por si acaso, sino de tener mucho de eso que te gusta. Y para saber que te gusta, necesitas, inevitablemente, el segundo pilar para vivir en y desde el presente: la soberanía personal.

Un día, en una sesión de terapia somática, de esas en las que hablábamos mientras sentía, le dije a O. que el trabajo que estábamos haciendo juntas había destrabado muchísimas cosas en mí, pero, sobre todo, junto con todos los cambios en mi sistema de creencias, había conseguido una sensación de soberanía personal. Por primera vez me siento dueña de mí misma, le dije sin darme cuenta de lo que, en verdad, estaba diciendo. Ella sonrió tímida, como siempre, tranquila, cómplice de lo que implicaba mi declaración. Todos estos años de pelearme, amigarme, comprender, abrazar, transformar, acompañar mis creencias me han enseñado que, sí, muchas veces vivimos en el presente, incluso meditamos o practicamos atención plena, pero que, en realidad, vivir en el presente implica mucho más: reconocer cuánto te apegas a creencias del pasado, aprender a estar con tus emociones sin evadirlas, vivir con la impermanencia de las cosas, sentirse como la mierda y saber que será pasajero y sostenerse. Habitarnos en y desde el presente implica dejar de sobreanalizar, bajarle el volumen al ego, aceptar y querer vivir una vida que no necesitemos controlar entera.

El presente es tan efímero que, la mayoría de los mortales, al menos, en mi experiencia, necesitamos de anclas que nos ayuden a quedarnos acá (y no irnos tan allá). La escritura es mi ancla, mi herramienta (para esto y muchas cosas más). Especialmente cuando necesito volver al presente y dejar de correr con la mente, el solo acto de sacar palabras a mano, ya me supone despertar al cuerpo, recordarlo, recordar que tengo uno, uno solo y que el tiempo que estoy viviendo ahora es el único en el que puede habitarse.

Otras cosas que me anclan al presente:

  • El olor de mis sobrinos bebés

  • Leer

  • Despertarme sin alarma

  • El primer mate de la mañana

  • Alzar a mi gato

  • Caminar sin escuchar nada

  • Esperar que se haga el café

  • Sorprenderme con un rayo de sol en la cara

  • Ver cómo las plantas se mueren

  • Pasar media hora riéndome com los chistes de D.

  • Las tardes en la casa de mi tío

  • El ruido de la naturaleza: las olas que se mueven, las hojas meciéndose con el viento

Al final, si uno se da cuenta, puede que siempre estemos buscando aquello que nos hace apagar el interruptor de la ansiedad y conectarnos con lo más esencial: el aquí y el ahora.

¿Preguntas sin respuesta? Compartí anónimamente esa duda sobre este tema, el que te esté persiguiendo o la vida y sus consecuencias para que lo conversemos en las próximas ediciones.

*La edición de abril va a tener MUCHO sobre la decisión de dejar de viajar, tomar decisiones difíciles y escuchar al corazón. Aprovecha a dejar todas las preguntas o dudas relacionadas así las conversamos en el episodio de podcast imperfecto (será con una persona megaespecial!)

🪟Una ventana abierta

Este ejercicio dura todo un día. Preparate una hoja y un boli para llevar con vos a donde vayas durante 24 horas. Vas a anotar (en su defecto, en el móvil o en la computadora), todos los pensamientos que se te vienen a la mente y nada tienen que ver con el presente. Ahora, elegí: ¿cómo vas a elegir redireccionar toda esa energía?


En Qué más es posible, el espacio 1:1 para resignificar nuestras creencias con la escritura terapéutica, podemos trabajar juntas en desatar los nudos que te generan ruido mental y te alejan de vivir el presente con todos sus matices y emociones. Date permiso de habilitarte a vivir una vida llena de vida.


🔮Episodio humano e imperfecto con Regina Ferrando

En marzo fuimos a España y aproveché, entre tardes de tapeo y cervezas, para grabar el episodio del mes con una persona que entiende tanto de vivir en el presente que nunca, nunca, ha caído en la adicción de las redes sociales. La podés encontrar interpretando algún papel en Netflix, en algún curso para aprender a usar el paquete Office, en LinkedIn por obligación y en Material Fungible, un Instagram que, asegura, se hizo solamente para subir las fotos de De Pueblo, un proyecto personal que combina la fotografía, la interpretación y los refranes de pueblos españoles.

Las invito a escuchar a una de las personas más interesantes, auténticas y libres que tengo el placer de querer, una verdadera connoisseur del arte de vivir en el presente.

¿Te gustó este contenido? Ayudame a llegar a más humanas como nosotras y compartilo en tus historias o envíaselo a tu persona favorita🪄.

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Actitud para apreciar la vida, amigas


Vivamos este mes con la certeza de que el presente es tan nuestro como queramos.

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Los ensayos mensuales y conservatorios abiertos de cada mes para profundizar sobre un tema, ejercitar el músculo de la reflexión y animarnos a pensar hacia afuera los temas que nos vuelven más humanas.
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