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Hasta que te canses de tus propias excusas
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Hasta que te canses de tus propias excusas

🪄 AGOSTO: ¿en dónde estás enfocando tu energía?

Hola, humana, y bienvenida a la ¡¡OCTAVA!! edición de Humans in the making, 2024. Me cansé de excusarme con que no tengo tiempo, así que este mes se vienen muchas cositas nuevas. Y por eso, hoy quiero que hablemos sobre las excusas que somos capaces de inventarnos para no responsabilizarnos.

La invitada de este mes es nada más (¡¡y nada menos!!) que Serena Pacheco: viajera, redactora, creativa, aventurera y, como se define ella misma, entusiasta de la vida. Ahora también podés escucharnos en la plataforma del loguito verde.

Spoiler: al final, te dejo una encuesta que ME ENCANTARÍA (y vendría muy bien) que contestes, y, a cambio, te doy un regalito 🙏🏼🫀🧚🏻‍♀️.

Patrañas, puras patrañas

Excusa: sustantivo femenino. Motivo o pretexto que se invoca para eludir una obligación o disculpar una omisión.

A veces, cuando me siento a escribir estas palabras, dudo de si me estaré exponiendo de más, de si las personas que me eligen para que las acompañe a darse permiso dudarán de mí como profesional porque me pasan cosas de humana. Luego recuerdo que es especialmente eso lo que más les gusta de mí, porque me lo dicen: que pueden putear en nuestros encuentros, que tienen el WhatsApp abierto para contarme cualquier crisis, logro o suceso que pasa y no quieren esperar al día en que nos volvemos a encontrar -cara a cara, de pecho para arriba- para contarme. A veces me olvido de que no quiero ni necesito perder mi humanidad para acompañar a otros, porque es eso lo que nos une, y es precisamente toda mi experiencia la que se conjuga con mis formaciones para ser, a veces y por un rato, un sostén de un faro con una llamita encendida para alguien. Las excusas que me invento para no desnudarme con mis palabras son una de las tantas posibles, pero, de seguro, son autogestivas: no existe la excusa impuesta, porque cuando una justificación tiene un sustento como un contexto, situación suceso que la sostiene, no es excusa: es argumento.

Hace un tiempo vengo acumulando ideas en mi cabeza acerca de proyectos que quiero llevar a cabo: escribir un libro sobre el paso del tiempo y la vejez, estudiar una nueva carrera universitaria, tener citas conmigo, ir a talleres de cosas que nunca hice, escribir todas las cartas que nunca me animé a enviar, completar mis últimos años de viaje en mis cuadernos de journaling, entre otras. De alguna u otra manera, siempre me invento una excusa, pero no es lo mismo que antes. Ahora, al menos, sé identificarlas. Sé darles forma y estructura, sé separarlas de mí, y, sobre todo, sé convivir con ellas, hasta que me canse.

Esto último lo aprendí cuando dejé de tenerlas. Cuando concreté el viaje con el que soñé por más de 10 años me sobrevino un duelo abrumador. No era nostalgia porque ya había terminado (lo estaba viviendo), ni tristeza porque no cumplía las expectativas acumuladas por una decena de años (estaba siendo mejor de lo esperado): estaba duelando mi identidad. Toda mi vida, desde que supe que quería este sueño, que quería conocer Asia, fui la persona que sentía que tenía que ser para conseguirlo. Más de una vez me vi juzgada como rata o tacaña por no querer hacer ciertos planes por tener un objetivo de ahorro. Elegí una carrera universitaria que me prometía la libertad que yo creía que necesitaría para vivirlo de forma libre y relajada. Un tiempo después de estar viviéndolo en primera persona, un día, en un café mientras trabajaba con esa profesión que me dio libertad y gastaba algunos ahorros de esas salidas rechazadas, me descubrí angustiada. Al tiempo, sentada frente al mar mirando la lluvia, lo entendí: me angustiaba la sensación de estar perdiéndome a mi misma, de tener que, eventualmente, intentar abordar la pregunta que me invadía los silencios: ¿y entonces, qué? Estaba perdiendo lo que había sido parte de mi identidad por tanto tiempo: Cande, la que quiere viajar; Cande, la que está ahorrando para; Cande, la que está diseñando su vida con un objetivo. Descubierto un vacío, solo queda la pregunta. Durante un tiempo me inventé excusas que me aferraban a esa identidad, hasta que un día, el cuerpo y el corazón me lo hicieron saber: ya no era más esa persona. Hay excusas que inventamos para seguir siendo quienes somos, porque darse permiso de descubrir quiénes queremos ser requiere de un presupuesto energético feroz.

Entender por qué inventamos excusas es simple. Lo hacemos frente a problemas que no queremos afrontar, conversaciones que queremos esquivar, pasos que tenemos que dar. Las excusas que se repiten durante mucho tiempo nos identifican, se vuelven parte de un patrón de comportamiento y de pensamiento, se hacen tan carne que ya llega un punto en que somos incapaces de identificar que somos nosotras quienes elegimos sostenerlas y ponerlas en primera plana, darles el titular de la revista del día. Esto pasa porque dejar de tener excusas implica dejar de tener un palo al que aferrarnos para quedarnos donde estamos, seguir siendo como somos, ocupar los roles que ocupamos. Esto pasa porque dejar de tener excusas implica dejar de ser: la que siempre es la víctima, la que no sabe que hacer, la que está buscando, la que quiere cambiar de trabajo, viajar por el mundo, emigrar, separarse… pero.

El niño ha escuchado a su madre llorar. El horror de un matrimonio como aquel, basado en la fuga de la madre de su propia familia, la enorme responsabilidad que tiene el padre con una mujer como esa, una mujer que no sabe tomar decisiones, que no toma decisiones, o toma una única decisión: que el esposo decida por ella. Cómo no escucharla cuando lloraba, eso es imposible en la pobreza: todos los cuartos se comparten.

Las decisiones de las que no queremos responsabilizarnos se esconden tras los pretextos que construimos a la medida de nuestros miedos. Es esa la emoción que nos guía desde lo más profundo de nuestro ser a convertirnos en las más creativas para evadir la toma de responsabilidad y quedarnos en el regocijo de la queja, una instancia necesaria pero con fecha de vencimiento natural. Sí, me quejo, y sí, hago algo al respecto sobre eso que me molesta, me indigna, me incomoda, me angustia. Si solo me quejo, si solo me quedo en la queja (y sabemos que hay personas que se quedan ahí por AÑOS!), me quedo en el sobreidentificarme con esa situación. Ya no soy una persona que se queja. La queja soy yo, y es por eso que, a veces y para algunos, cuesta tanto reconocerla y desarmar la trama que nació de pronunciar una excusa.

A mí siempre me dio mucha vergüenza exponerme a nivel físico, por ejemplo, en las muestras de fin de curso de cualquier deporte. Fui experta en inventarme excusas 3, 4 meses antes, incluso justo cuando teníamos que empezar a preparar el acto. Telas, danza jazz, gimnasia artística. Elegí el deporte que quieras, que yo seguro que lo empecé, me gustó, y 3 meses antes de tener que exponerme fuera de un entrenamiento, lo abandoné. En ese entonces, lo único que sentía era que la energía que tanto disponía para eso desaparecía y me pinchaba como una rueda que tiene una filtración y poco a poco pierde el aire. Las excusas eran de lo más variopinto: me aburrí (la más usada), no tengo tiempo, no me gusta lo que están preparando. El tiempo me ayudó a poner los nombres correctos: tenía miedo al fracaso y quedar expuesta, tenía terror a lo desconocido (que me fuera bien), y no tenía recursos para gestionarlo. Por eso, escapaba.

Pero escapar no significa que huyamos de todo lo menos lindo que nos toca. A veces escapamos creándonos excusas que nos impidan avanzar. Porque caminar hacia eso que queremos es asumir no solo el riesgo de que puede salir “mal”, sino también y fundamentalmente de que puede salir bien. Y más de una vez lo que más nos asusta no es el fracaso, sino el éxito. Probá esta idea en diferentes contextos y vas a ver que no te miento: juntar la plata para hacer ese viaje sola implica enfrentarte a 30 horas de avión, moverte en un país con un idioma desconocido, implica muy en el fondo el duelo de lo que viene después; cambiar de trabajo puede que traiga nuevas responsabilidades profesionales; separarte va a requerir de una mudanza, un nuevo sostén económico, la vuelta a la individualidad en una vida que parecía ser eternamente compartida. A veces, las excusas no nos tiran hacia atrás tanto como detenernos de tocar lo que tenemos hacia delante.

Creamos excusas y nos aferramos a ellas porque siempre es mejor ser víctima que (tu) victimario.

Desatarlas implica, o al menos reconocerlas, que sos vos quien creó las propias barreras, que vos solita te llevaste de la mano hasta la jaula, cerraste el candado y tiraste la llave al mar.

Aunque aprendas a identificarlas, tené por seguro que vas a seguir creando tus propias excusas, porque así es la vida y ninguna enseñanza es lineal. No importa cuánto tiempo viviste excusándote, en cuantos ámbitos o situaciones, lo que importa, en realidad, es que tengas la humildad de reconocer que es un patrón de comportamiento que tiene sus razones, pero también sus consecuencias.

No te desesperes: vos hacé el trabajo. Seguí excusándote, empezá a reconocer, elegí ver tus propios inventos, aprendé a alejarte del pensamiento.

Ya va a llegar el día en el que te canses de tus propias excusas. 

¿Preguntas sin respuesta? Compartí anónimamente esa duda sobre este tema, el que te esté persiguiendo o la vida y sus consecuencias para que lo conversemos en las próximas ediciones.

🪟Una ventana abierta

  1. Elegí un día en la semana y anotá cada vez que decís PERO a algo.

  2. Quédate en lo que viene después de esa *bendita* palabra: ¿es excusa o argumento?

  3. Si es excusa, sincerate con vos y jugá a identificar cuál es la que creencia que la sostiene. Y celebrate, que darnos cuenta ya es un GRAN paso.


🎯Una encuesta, un agradecimiento en forma de candedólares

Estoy terminando de definir las fechas de las nuevas propuestas y servicios, y quiero que me ayudes. Preparé una encuesta para que me acompañes a ganar claridad y tomar decisiones. A vos te va a llevar 2 minutos, y a mí, me va a dar 2 toneladas de asistencia! A cambio, te voy a enviar un candevoucher(? de 20 dólares que vas a poder usar para acceder a cualquiera de mis servicios, desde hoy hasta marzo 2025 inclusive (sí, incluso si ese encuentro, taller o producto sale exactamente ese dinero y eso significaría entrar GRATI’).

Sé que vas a echarme un cable, así que, desde ya, 2 TONELADAS DE GRACIAS

Te doy una mano


🔮Episodio humano e imperfecto con Serena Pacheco

El episodio de hoy viene con ruiditos de mate y pulseras, típico de una charla de 2 amigas que se ven poco y se quieren mucho. Hoy conocemos más a Sere, mi viajera y entusiasta favorita.

¿Te gustó esta columna? Ayudame a llegar a más humanas como nosotras y compartilo en tus historias o envíaselo a tu persona favorita🪄.

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Actitud para permitirte cansarte de tus excusas, querida humana


Vivamos estas semanas responsabilizándonos de nuestras excusas, y eligiendo cuáles queremos prender fuego.

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Los ensayos mensuales y conservatorios abiertos de cada mes para profundizar sobre un tema, ejercitar el músculo de la reflexión y animarnos a pensar hacia afuera los temas que nos vuelven más humanas.