humans in the making
Humans in the making - un podcast imperfecto
🪄 Mayo 🪄 La vida es un paso a la vez
4
0:00
-38:22

🪄 Mayo 🪄 La vida es un paso a la vez

y solo avanza quien empieza a caminar.
4

Hola, humana, y bienvenida a la quinta edición de Humans del año. Hoy hablamos sobre cómo empezar a reconocer nuestro perfeccionismo interno y diferenciar lo necesario de la autoexigencia.

También debatimos la importancia de la creatividad para poder encontrar formas de avanzar sin que nos invada el miedo, y, para eso, conversamos con Sofi Falke, creadora multipotencial que se hace preguntas muy parecidas a las que me hago yo. Al final de todo, nuestra conversación imperfecta y transatlántica.

La vida es un paso a la vez y solo avanza quien empieza a caminar

Cuando le conté a una de mis personas favoritas de mi familia que decidíamos dejar de viajar, M. me dijo que tranquila, que está bien, que, al menos, había probado y que no lo sintiera como un fracaso, sino como que probé algo y ahora sé que no es para mí. Indudablemente, me quedé pensando. Ahora que escribo esto, también, porque creo que ya lo conté, pero no se vayan, porque tengo un punto por el cual quiero empezar a hablar y es importante empezar por acá.

El concepto de fracaso me molesta bastante. Y no me molesta por haberlo sentido yo en mi propia piel, porque es algo con lo que, con el tiempo, aprendí a convivir, no sé si bien, pero, al menos, en paz. Pero es que yo nunca quise viajar con un objetivo concreto, pensando en hacerlo durante toda mi vida, en busca de algo que creía perdido. Yo quise viajar durante un tiempo, por Asia, porque quería hacerlo desde que tenía 13, y si un deseo sobrevive al paso de los años, las pandemias, las mudanzas, hay que cumplirlo. Yo quise viajar porque quería conocer lugares, culturas, vivir eso que vi tantas veces en los blogs de otros mientras pasaba las horas encerrada como recepcionista en una empresa que, para no prender la calefacción en invierno, nos daban cajas de cartón desarmadas para ponernos debajo de los pies. Pero ni entonces ni ahora, años, historias, personas, trabajos, deseos después, hubo un factor que convirtiera este sueño en un fracaso. Yo solo quería viajar por Asia sin límite de vuelta. Y lo cumplí. El fracaso nunca tuvo la puerta abierta porque nunca tuve expectativas que no dependiesen de mí. Nunca existió en mí la posibilidad de sentir la mandíbula dura, el sabor a metal oxidado porque el viaje no salió como esperaba, porque, sin darme cuenta, las cosas que sí esperaba dependían únicamente de mí: conocerme más, darme tiempo para estar tranquila, caminar por calles y comer en mercados sin saber los nombres y no poder volver a visitarlos nunca, vivir tan presente que se me olvide escribir, hablar con mi familia, la billetera en cualquier lado.

Tampoco sé si es, como decía M., que eso no era para mí. A mí me gusta decir que, simplemente, no lo quise más. ¿Eso significa, entonces, que algo no es para uno?, ¿no puede que algo haya sido para nosotros en un momento, o que incluso siga siendo, pero no queramos ejercerlo más?, ¿qué hace que algo sea para uno y después ya no?

Durante todos estos años fui la viajera en casi todos los círculos sociales que fomenté. De mi familia, fui apenas la segunda de mi generación (y de todas las anteriores) en irse del país. Entre mis amigos de España yo era la única que tenía un deseo concreto y expreso de seguir moviéndose, frente a todos esos expatriados, la mayoría por obligación, ya sin ganas de arrancar raíces, de empezar de cero, de responder preguntas de migraciones. Entre mis amigos de Buenos Aires, de grupos y ciudades esparcidas como confetti a las 6 de la mañana, fui la que se fue, la que siempre se quiso ir, la que anunció y cumplió. Yo ya no me pregunto qué voy a ser ahora que no soy más la viajera, porque sigo siendo muchas otras cosas, pero ellos sí. Ellos sí se lo preguntan. Se lo preguntan y yo entiendo, los entiendo y me entiendo si, de repente, un día tengo miedo de volver a pronunciarme así o asá para no quedar expuesta, marcada, como una vaca en matadero. Esto nos pasa mucho a los multipotenciales, a los exploradores, a los atrevidos: reprimimos pasos que queremos dar porque tememos quedar marcados a fuego, no tanto hacia dentro, sino hacia afuera, con una cicatriz en medio de la frente que todos ven, saben, miran y apuntalan.

Yo ya no tengo miedo cuando la gente me pregunta qué voy a hacer ahora porque sé qué quiero hacer, pero durante muchos años no supe un carajo. Y creo que, en un punto, me irritaba más no tener respuestas para los demás que para mí misma, no tener un arma con la que defenderme del temido “¿y a qué te dedicas?, ¿y vos, qué sos?”

Tiene todo el sentido del mundo, entonces, que nos encerremos en nuestra mente hasta que pasen las nebulosas o, mejor dicho, hasta que sepamos exactamente qué, como y para qué vamos a hacer lo que vamos a hacer. Así, nada ni nadie puede poner en juicio nuestras decisiones, sobre todo, nosotros mismos. Es especialmente característico de las personas que crecimos bajo el ala del perfeccionismo: no hay paso que podamos dar si no sentimos una seguridad absoluta de los resultados. Y aunque ya sepamos que esto es un imposible, pocas veces lo llevamos a la vida real, porque saber no es integrar. Saber es vivir pensando que tenemos que dar ese-primer-paso para acercarnos a eso que queremos, pero nunca, nunca, efectivamente, darlo. Entonces nos pasamos meses, años, poniendo las cosas en marcha, calentando el auto, pero nunca empezando a andar. Integrar es, en cambio, darnos permiso a caminar incluso cuando todavía no sabemos muy bien a dónde estamos yendo o cómo sostener el equilibrio, confiando en que aprenderemos, con el tiempo, a medida que empecemos a andar.

Un montón de personas vivimos durante años bajo el lema de “ya lo sé, estoy intentando cambiar”, pero ¿cuánto realmente es lo que hacemos si lo único que, efectivamente, accionamos, es repetir una y otra vez las mismas frases y acciones? Intentar cambiar algo no es lo mismo que conseguirlo, y ojo, con esto no quiero decir que intentar no importe o no alcance. Siempre alcanza lo que puedas hacer en cada momento, ahora bien: hay que ser honestas, porque, en la mayoría de los casos, por experiencia propia y profesional, lo único que hacemos cuando decimos que intentamos es decir algo para hacernos creer que avanzamos, mientras nos quedamos en el mismo lugar, en esta misma caja que nos queda incómodamente… cómoda. A fin de cuentas, si estamos preparando durante años un proyecto y siempre falta algo para que salga a la luz y dé sus primeros pasos… ¿estamos intentando accionar o estamos siempre buscando excusas para seguir en la previa, en el no mostrar, en el “todavía no es suficiente”?

post que hice dos años atrás

No se vive desde la mente. No vivimos pensando en crear nuestro emprendimiento, recreando conversaciones que queremos tener, haciendo listas interminables de cosas con las que nos vamos a comprometer tan-pronto-podamos (o se nos acaben las excusas). Necesitamos habilitarnos a vivir improvisando, porque no hay otra forma, sencillamente, de vivir. Es, por mucho que nos pese a los amantes de la planificación, un poco lo que hacemos todos, porque no se puede controlar prácticamente nada de la vida. Podemos planificar más o menos, pero siempre, siempre, quedará la improvisación. Por eso, quienes más saben acerca de este tema, te aconsejan que siempre, en tu agenda diaria, dejes un ratito libre para cualquier cosa que pase. Planificar los imprevistos, le dicen, y a mí me gusta porque la vida es, en esencia,  algo imprevisible.  Las opciones, frente a esto, son pocas: ¿nos damos permiso de planificar y elegir qué queremos vivir aceptando radicalmente la cuota (mayorista) de imprevistos?, ¿o vivimos frenados, bloqueados, enterrándonos cada vez más en el barro porque nuestro ego nos dice que tenemos que tener todo bajo control para poder existir?

Evitar realizarnos implica también un gran esfuerzo energético para evitar el fluir natural de las cosas. Se trata de energía mal canalizada; nos destruye. Si solo creemos en lo que podemos ver y tocar, solo estaremos creyendo en lo ya realizado. Eso no nos deja mucho espacio para crear. Hay infinidad de cosas por hacer y para eso hay que creer en lo que aún no forma parte de este mundo.

El camino de la creatividad

¿Alguna vez te pasó estar pensando toda una noche, imaginando posibles situaciones y que después no pase nada ni remotamente parecido a lo que imaginaste? A mí sí, y a vos, aunque no te resuene esta situación, seguro que también.

Yo manejo desde que tengo 17 años, y contrario a lo que la lógica dice, nunca tuve miedo de hacerlo hasta los 23, 24 años. Sin mucha explicación, empecé a tener miedo del tránsito en ciudades grandes, de andar sola de noche (me daba más miedo andar sola en mi auto que en colectivo), de ir a lugares para los que no sabía el camino. Pero hay un miedo particular que creció desenfrenado, y es el de cruzar las vías del tren. Puede que haya nacido por la trama de un libro que leí hace tiempo, pero todavía, cuando hablo de esto, siento la desesperación de estar arriba de un coche, con el cinturón de seguridad presionándome el pecho, y esperando para cruzar la vía de un tren. Sudor frío en las manos, palpitaciones, mucha, mucha ansiedad, hasta las lágrimas. Hubo una noche en la que me desvelé por esta razón. La mañana siguiente tenía que ir hasta un sitio conocido y cercano con el auto y para llegar iba a tener que cruzar las vías de un tren. Así que desde las 3 de la mañana hasta las 5, 6, cuando ya amaneció, mi cerebro se disparó pensando y recreando una y otra vez el momento exacto del cruce. A veces todo terminaba bien. Otras sucedía una fatalidad: los autos de adelante se quedaban en la barrera y yo no podía pasar; otras venía el tren y yo no podía desabrochar el cinturón de seguridad y moría arrollada por ese gusano gigante.  Como se imaginan, nada de eso pasó. Al día siguiente, y sin dormir, fui, crucé las vías del tren con las manos transpiradas y volví contenta.

Es gracioso y un poco tragicómico usar un ejemplo de este calibre, pero lo que hacemos viviendo en la mente es un poco así: imaginar, imaginar, imaginar, pensar en preparar, en conocer todas las aristas posibles de un suceso que, cuando solemos animarnos (en la mayoría de los casos, después de MUCHO tiempo de “testear” en la mente, já, qué ironía), nada de eso que pensábamos pasa. Por el contrario, pasan otras cosas: agradables, no tanto, que nos dan felicidad o nos sacuden sin aviso. Sea lo que sea, pasa lo que pasa en la vida real: un cúmulo de factores se junta y algo, en cierta medida imprevisible, sucede. Boom, bienvenidas a la vida, amigas. Alan Watts decía que una persona que piensa demasiado no tiene nada más que pensamientos sobre lo que pensar.

Hay algo que me gusta especialmente de esto de aprender a caminar caminando y es el resignificar la idea de fracaso de la mano de la creatividad. Insisto en mi vida personal y en mis talleres y acompañamientos en que el fracaso no es más que una percepción sobre un objetivo equivocado. Si decimos que queremos tener un millón de visitas en un reel y no llegamos, puede que el objetivo no fuese el millón, sino dejarme ver, o que, si ese fuera, lleguemos con el próximo y este haya sido una instancia más de la que recolectar información para seguir caminando. Pero no podemos despegarnos de la idea del éxito y del fracaso como datos duros, como cajas de cemento que no se modifican ni se permean si nos damos permiso a ser lo que somos: personas creativas. Creatividad es salud, dice Sharon, pero también es buscar soluciones diferentes a problemas de siempre, nuevas formas de hacer lo mismo para alcanzar ese éxito que queremos, encontrar la manera más sencilla de levantarnos después de caernos. La creatividad nos enseña que el fracaso no es más que una instancia de un proceso infinito, y si somos lo suficientemente humildes para aceptar que tal vez nos apuramos, actuamos desde el ego o desde el miedo, de seguro vamos a poder cosechar mucho más que si hubiésemos alcanzado lo que creíamos que era el éxito en ese momento.

Transcribiendo el libro de Marguerite entro en el significado profundo de sus palabras. Dice casa y escribo casa, dice jardín y escribo jardín, dice despensa, dice soledad, dice mosca, dice que los libros también son la noche y yo transcribo que los libros también son la noche. Los libros también son la noche. De ella aprendo a escribir sin borrar. El presente es la escritura en su única forma.

Estudio de aves en vuelo

En la vida real no existe el borrar o volver atrás, pero existe algo mejor: el salto de página. La continuación de la vida en una nueva hoja, en un nuevo empezar, pero la numeración no se altera. En vez de ser el intento numero 100 de encontrar algo que te gusta, puede ser la aventura 100 para vivir muchas vidas en una. Una vida, muchas vidas, tiene tatuado Luján. Es, como todo, una cuestión de perspectiva. La vida siempre fue andar a tientas, y, tal vez, eso sea lo más maravilloso de todo.

¿Preguntas sin respuesta? Compartí anónimamente esa duda sobre este tema, el que te esté persiguiendo o la vida y sus consecuencias para que lo conversemos en las próximas ediciones.

🪟Una ventana abierta

Lo repito constantemente en mis acompañamientos, lo repetiré hasta el cansancio: revisar lo que nos decimos y sobre todo lo que nos pedimos es el primer paso para conseguir algo… diferente.

Hoy quiero que escribas un manifiesto las cosas que querés hacer, ver, estudiar, practicar… con ansias de probar. Hacé una lista de todas las cosas que que querés probar alguna vez en la vida, en este año, en este mes. Y titulala así: cosas que quiero probar. cambiar de trabajo, vivir sola, vivir en Mendoza.

Una vez tengas la lista, elegí las que más te llamen la atención ahora (por intuición), y, dentro de tu realidad, empezá a negociar: con tus posibilidades, recursos, y deseos. Solemos encapricharnos en la forma en la que queremos que sucedan las cosas, y esto nos nubla y nos olvidamos de… buscar alternativas.


En Qué más es posible, el espacio 1:1 para resignificar nuestras creencias con la escritura terapéutica, podemos trabajar juntas en desatar los nudos que te generan ruido mental y te alejan de vivir el presente con todos sus matices y emociones. Sumate a la lista de espera para enterarte cuando abran las puertas a la versión 2.0.


🔮Episodio humano e imperfecto con Sofi Falke

Hoy charlamos con

sobre darse permiso para hacer sin saber muy bien cómo, disfrutar de la incertidumbre y de la posibilidad que da el cambio, creatividad y más. Mi consejo: antes de escuchar, tomen nota, porque LOS INSIGHTS!!!! que tira esta mujer son…. pura magia.

¿Te gustó este contenido? Ayudame a llegar a más humanas como nosotras y compartilo en tus historias o envíaselo a tu persona favorita🪄.

Share

Actitud para animarnos a caminar, amigas


Vivamos estas semanas con la alegría de que la vida es un instante, a tientas, en puntitas de pie.

Discussion about this podcast

humans in the making
Humans in the making - un podcast imperfecto
Los ensayos mensuales y conservatorios abiertos de cada mes para profundizar sobre un tema, ejercitar el músculo de la reflexión y animarnos a pensar hacia afuera los temas que nos vuelven más humanas.