Hola, humana. Bienvenida a la décima edición de Humans in the making, 2024, donde vamos a hablar de algo que toca muchas fibras sensibles.
La invitada de este mes causó mucha revolución cuando la anuncié en mi Instagram porque, aparentemente, muuuuchas de ustedes la admiran y siguen igual que yo!!!!
Animarse a ser vista
I. La comodidad de la sombra
En el mundo hay personas que se dedican a aprender a interpretar el lenguaje de las ballenas, hay un iceberg que flota aislado en medio del océano y es víctima de si mismo, y acá estamos nosotras, preocupadas porque alguien nos vea. Solemos hablar de salir de la zona de confort, pero poco se habla de la comodidad que nos da permanecer en la sombra. Estar en ese lugar en el que nadie nos mira termina siendo más una cuestión de habilitarnos que de, efectivamente, recibir la mirada del otro.
Cuando era chica, mi mamá me pedía 3 cosas: que me vaya bien en la escuela, que hiciese inglés, y que practicara algún deporte. Tendría 8 o 9 años cuando empecé gimnasia artística. Al poco tiempo, se hacía una competición y me invitaron a participar. Quedé séptima de diez. Séptima de mi categoría, en la que competíamos 10 chicas. Quedé séptima y contenta. Mamá no me dijo nada, pero yo sabía que no entendía por qué. Me había animado, había salido un poco a la luz, y había conseguido, a la vez, permanecer en la sombra, en ese segundo lugar que pocos miran.
A mis 16, 17 años, empecé telas con mi amiga R. Nos encantaba, disfrutábamos hacerlo juntas. Todavía guardo fotos de esas clases en las que aprendimos a tirarnos boca abajo. Admiraba su falta de miedo, su poca noción del riesgo. Ella se subía, se daba vuelta, se tiraba. Yo sufría por dentro, pero quería ser con ella. Así que repetía. Hasta que llegó la hora de preparar la muestra de fin de año, que íbamos a hacer juntas. Abandoné el barco. Solo pensar en ser vista me apabulló tanto que no solo me abandoné a mí misma, también abandoné a mi amiga.
En la sombra no somos vistos y juzgados, pero también, y fundamentalmente, nos robamos el privilegio de dejarnos ver, de que alguien nos aprecie. Es mucho más que existir frente a ojos de los demás como seres sociales que naturalmente somos: es estar en contacto con el mundo. Es ocupar un lugar, es ocuparnos a nosotras mismas desde la confianza de que somos suficientes y de que merecemos poder darnos del permiso de hacer lo que queramos y que los demás nos vean, no por necesidad, sino por consecuencia. Cuando existo, soy vista. El mundo me ve.
II. Amigarse con la vulnerabilidad
Roland Barthes dijo alguna vez que lo que se convirtió en tabú después de que la sexualidad dejara de serlo fue la sentimentalidad, y parece que es una de esas frases que siguen vigentes mucho más que la temporalidad de su contexto. Esto es lo que me pasa, desde mediados de 2021, con mi relación con la vulnerabilidad. Estamos, ella y yo, en un loop constante de aprendizaje en el que, más de una vez, me pregunto cómo es que termino en el mismo lugar.
En Y sin embargo, el amor, Alexandra Kohan dice que tenemos que habitar nuestras fragilidades, esas que nos dejan espacio para inquietarnos, angustiarnos, incomodarnos, porque no hay deseo sin angustia, sin inquietud, sin incomodidad. Pienso en que, para poder permitirnos ver dónde estamos evitando ser vistas, es imperioso reconocer cuáles son esos lugares en los que escondemos nuestra vulnerabilidad por miedo a compartinos con un otro, porque el otro siempre está, pero nunca se trata de él: es un objetosujeto que aparece cuando se trata de mí, cuando yo hago que mi vida se trate de mí, de mi deseo, de mis ganas, de mi necesidad, de mi voz, de habilitarme.
III. El precio de confiar
Desde hace unos años, decía, habito un mundo en donde la confianza sube en escalera atada con alambre, temblorosa, dudosa, con poca estabilidad, y baja en ascensor. He cometido muchos errores en mi vida, pero uno de los que más trabajo me está dando reparar es haber evitado, a toda costa, ver cómo se iba deterioriando mi autoestima por perder la confianza. Cuanto más me enfrento a esto que, según la primera definición de la RAE, se trata de tener absoluta certeza de la bondad de algo o alguien, más descubro que requiere del ejercicio abierto de la vulnerabilidad. Como un perro que se muerde la cola, no visualizo forma de cultivar confianza sin vulnerabilidad, y la vulnerabilidad requiere de confianza para poder expresarse. ¿En qué? En el otro, en la vida, en vos.
Según Alexandra, el amor es lo inédito en las antípodas de lo que ya se sabe, de lo que ya está escrito; es lo inédito que se suscita si se está dispuesto a vivir sin rechazar lo incierto. La confianza, entonces, se me asemeja a esto de tener certezas de la bondad de ese otro, sea objeto o sujeto. Pienso en la bondad de las personas en las que más me cuesta confiar (y yo misma caigo, de vez en cuando, en esa lista) y entiendo que la duda no existe ahí, sino en la falta de garantías. Confiar no es una apuesta segura, y, en muchos casos, tiene un riesgo claro. Confiar implica aceptar que estamos caminando a ciegas y que nada nos evita la posibilidad del error, la desilusión, la traición.
Cuando pienso en vivir dándome permiso, pienso en vivir una vida en la que la vulnerabilidad sea mi mayor bandera. Desde ahí puedo tomar mejores decisiones, comprender y escuchar al deseo, ocupar mi lugar para ser vista.
Cuando pienso en para qué me cuesta tanto confiar, descubro que el verdadero “costar” no tiene que ver con confiar en la bondad, sino con presupuestar el precio adelantado del próximo dolor. No confiar es una forma de evitar la vulnerabilidad frente al desahucio, a la ignorancia, al desprecio, al vacío: de los otros y de nosotros.
Confiar es abrirle la puerta al dolor, porque cuando nos entregamos a la bondad, habitamos la vulnerabilidad. Y, por mucho que nos pese, descifrar cómo y de qué forma queremos ser vistas necesita de un trabajo de honestidad radical, de aceptar que donde habrá amor, también habrá dolor.
IV. Habitar ese segundo lugar
Confiar en la bondad de la vida me parece una muy buena forma de amigarnos con ser vistas. En mis espacios de escritura y acompañamiento siempre hablamos sobre el significado que le otorgamos a las palabras, frases o situaciones sin siquiera darnos cuenta, y cargamos con ellos como dagas clavadas en piedra.
¿Quién dijo que ser vistas implica exponerse en primera fila del escenario, ser la referente en tu trabajo, llegar al top ·1?
Hay un gusto en permitirse no ser la mejor, en permitirse descansar en darte cuenta de que ser vista no tiene tanto que ver con buscar ser *la más* vista, sino con ocupar el lugar que vos quieras. Hay una satisfacción especial en aceptar que no nos interesa ser las primeras, con asumir que nos gusta mucho más ese segundo lugar que existe gracias a que hay un otro que ocupa ese primero. Lo mejor de esto, para mí, es que el segundo lugar es un envase vasto en donde entramos muchos: podemos ser una tribu del segundo lugar, donde existe una medida personalizada que combina exposición, permitirse, cuidarse, y escuchar al deseo.
A veces ese lugar nos toca, y, a veces, lo elegimos. Y no, no sos mediocre porque no te interesa ser la primera en nada en particular. Somos un grupo de personas que aspiramos, contentísimas, a ese “segundo lugar”. En un episodio de Punzadas Sonoras se habla de esta diferencia, y de cómo personas que no pudieron elegir porque se les asignó ese “segundo lugar” hicieron gran provecho de ello. Es el caso de Silvina Ocampo, como Mariana Enríquez investiga en La hermana menor; una persona que nació como “hermana de” y se convirtió en “esposa de”, “amiga de”, y, sin embargo, consiguió, como dicen en inglés, make the most of it: aprovechar ese segundo lugar para vivir sin tanta presión, con toda la libertad que quiso, sin tener que cumplir con el deber y la responsabilidad que implica ser la que ocupa el primero.
V. Llorar, rezar, soltar, ¿y llega el amar?
Sara Gallardo se pregunta si todo amor, desde el primer encuentro, no es solo una despedida insuficiente. El amor entendido como forma de apreciación y de intercambio es un condimento necesario y obligatorio para aceptar qué lugares queremos ocupar, cuánta vulnerabilidad estamos dispuestas a poner en cada objetosujeto.
Cuando pienso en todo el año pasado y mucho de este, que fueron una maestría de la reconstrucción, entiendo que es en el centro del corazón donde todo esto se conecta. Si me permito la vulnerabilidad y escuchar el deseo, voy a poder confiar en la vida y en esa pulsión que me guía. Si me permito confiar, voy a contentarme con eso que quiero, ese bendito segundo lugar. Y si me permito confiar, ser vulnerable y aceptar con amor, voy a darme permiso a ser vista.
Tal vez se trate de vivir nuestra vulnerabilidad, de confiar y vivir con la posibilidad del dolor, de amar el lugar que queremos ocupar y de darnos permiso a ser vistas con amor… sabiendo que todos estos movimientos van a traer dolor.
Foucault dice que lo que vale para la escritura y para una relación amorosa vale también para la vida. La cosa sólo vale la pena en la medida en que ignoramos cómo terminará. Y si algo he aprendido en este camino de reparar y reaprender a confiar es que lo más importante no es la certeza, sino la aceptación de la fragilidad, y así es como prefiero aceptar si me expongo, si me permito ser vista, eventualmente, voy a encontrar con el dolor de nuevo, pero más vale el costo de la posibilidad que el de vivir en el nunca sabré.
Como dice el tatuaje de mi amiga Meri, vivir y morir con amor, porque de igual manera… vamos a vivir, y vamos a morir.
¿Preguntas sin respuesta? Compartí anónimamente esa duda sobre este tema, el que te esté persiguiendo o la vida y sus consecuencias para que lo conversemos en las próximas ediciones.
🪟Escritura pa’l alma:
Escuchá esta canción y escribí, con honestidad, cuál es ese lugar que querés ocupar, cómo querés ser vista, y, sobre todo, para qué.
🔮Episodio humano y muy imperfecto con Candela Cabanillas
En el episodio de hoy charlamos con Candela sobre animarse a ser vistas, el valor de prestar(se) atención y practicar el asombro para entender cuál es ese lugar que queremos ocupar 💘. Sepan disculpar si el audio de mi persona se escucha bastante mal… Este es un podcast imperfecto precisamente porque priorizamos el valor de la espontaneidad por sobre la perfección auditiva.
¿Te gustó esta columna? Ayudame a llegar a más humanas como nosotras y compartilo en tus historias o envíaselo a tu persona favorita🪄.
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