humans in the making
Humans in the making - el conversatorio
🪄 ABRIL 🪄 Elegir quedarse
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🪄 ABRIL 🪄 Elegir quedarse

humans in the making, un espacio para activistas de una vida llena de darse permiso.
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Hola, humana, y bienvenida a la cuarta edición de Humans del año. Hoy, cómo fue el recorrido desde darme cuenta de que ya no quería vivir viajando a hablarlo con mi pareja y elegir quedarnos quietos, con nuestro gato, disfrutando de lo cotidiano y lo mundo, por ahora, en Argentina.

Spoiler! Al final del news, episodio de podcast súper😅 imperfecto con el famoso D.

Elegir quedarse

Son las 8 de la mañana, aproximadamente, de un miércoles. Estoy en Mui Ne, la segunda ciudad de Vietnam de unas 5,6,7 que voy a visitar en los próximos meses. Hoy tengo reuniones de trabajo y acompañamientos individuales. Me levanto particularmente de mal humor, pero no mal humor de mala onda, de mala hostia, como diría D. Abro los ojos y ya sé que estoy invadida por una sensación de hastío, de molestia, de apatía. Para mejorar la situación, descubro que el alojamiento está sin luz. Pregunto a los dueños si tenían información sobre cuándo iba a volver y respondieron que a la tarde. A la tarde, en este país, ya voy entendiendo, es una hora indefinibile, indecible, y, sobre todo, insignificante. Nada se cumple. Me peleo con la única persona que me ve en directo que realmente me conoce hace más de 1 año y me siento como acompañante de la moto a esperar encontrar un lugar para trabajar porque, como dije, tengo reuniones que no quiero cancelar. Llego a un supuesto coworking gratuito, de esos que te dejan estar siempre que consumas algo, pero resulta que hay que pagar 15 dólares la hora. Me vuelvo a subir para buscar otro café, porque el que me gusta tampoco tiene luz, y llegamos a uno frente al mar. Qué lindo, diría cualquiera, pero yo solo veo que está lleno de rusos de vacaciones, la música está fuerte y las mesas no son cómodas.

Me resigno, compro un café que resulta ser el más rico de todo el país porque tiene sal y a mí me encantan las cosas que llevan sal y que técnicamente no deberían llevar y ponemos, por lo menos, a cargar los celulares. Me retiro a una mesa más cerca del mar a leer para sacarme un poco el mal humor, pero no hay caso. Escribo un poco en el cuaderno, me peleo con D., me peleo con la situación, cancelo los acompañamientos porque no tengo donde hacerlos y porque me parece hasta desubicado acompañar a alguien con este humor de mierda, el humor me exaspera y espero.

***

Vuelvo a subirme a la moto para ir al alojamiento con la esperanza de que haya luz de nuevo pero evidentemente no, así que voy a comer al café de en frente que sí, ahora sí, tiene luz y wifi. Pido unos fideos salteados con verduras que ya probé y están buenísimos con un té frío mientras sigo sin pensar demasiado, sin sentir el cuerpo, con ese hastío que me persigue desde que me levanté y yo me pongo de mal humor para no escuchar lo que me tiene que decir.

Andá a dormir la siesta, me dice D., mientras me ve quedarme dormida frente a la computadora. No quiero, le digo, tengo que trabajar. No es opción, te vas, me djio, y me fui.

***

Son las 5 de la tarde y vuelvo al café de antes, ahora con un poco de mejor cara, a trabajar un rato. Voy acompañada y al rato me quedo sola, ya se hace tarde, en este país ya no hay sol, y aún así acá sigo, a la espera de tener la última reunión del día que al final terminó siendo la única porque las otras fueron imposibles dentro de una ciudad asiática con cortes de luz intermitentes e impredecibles. Una ciudad en la que la luz artificial poco parece importar, puesto que está llena de rusos que vienen de vacaciones a estar en la playa, a hacer deportes acuáticos, o a drogarse hasta que les da, como dice D., un amarillo.

***

Entonces me quedo sola y mientras estoy sin estar en la reunión voy entendiendo algunas cosas. Cosas que se transforman en ideas, en afirmaciones, en miedos.

A veces a una le llegan decisiones incluso cuando todavía siente que no está preparada para hacerse cargo. Decisiones que llegan antes de lo que esperamos que lleguen, y que nos ponen, de alguna u otra manera, entre la espada y la pared o, lo que es lo mismo: entre la aceptación o la huida.

La reunión terminó y me encontré con D. para cenar. Caminábamos por la calle paralela a la costa, la misma calle de tierra que recorríamos para ir al café o que cruzábamos para jugar con el perro que quisimos llevarnos no sé qué casa. Ropa de verano, el short negro de jean, las sandalias de Jesús que no me saqué en todo el año, alguna remera ya medio sucia, medio vieja, un rodete en el pelo.

La intuición de creer (saber) ya no querer más esa vida.

La necesidad de tener un lugar para reposar.

El deseo de poder trabajar en otras cosas, ver otras obras, abrazar otras personas, tener otros problemas.

La sensación de hastío.

La confesión de que la vida que prometía toda libertad posible se había convertido en una jaula.

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Restos de días felices

Desde fines de diciembre, en Corea, empecé a sentir que la decisión iba a llegar más rápido de lo que pensaba. Pero no quise (o no tuve el valor, o no estaba preparada) para sincerarme. Tomar decisiones difíciles, que suponen un cambio grande, a veces radical para nuestra vida, siempre viene acompañado del desafío de separar el deseo propio de lo ajeno.

Entonces empecé a sentir que esa vida que tanto me gustaba había empezado a limitarme más de lo que me expandía. Quería poder elegir qué café comprar para mi casa (primero, “tener” una casa), estudiar sin sentir culpa de lo que me estaba perdiendo afuera, leer todo un fin de semana en calma, que los días pasen tal vez con menos intensidad pero sí con más presencia.

Comer en un restaurant local en medio de la ruta ruta en Geonju,

Visitar un parque de atracciones en pleno invierno coreano y cantar con adolescentes de 15 años,

Hacer un día completo de snorkel en playas olvidadas por los turistas

Escribir sobre y frente al mar mientras llueve en una isla en la que no queda nadie mas que los locales

Hacernos amigos de la familia musulmana que nos da de comer todos los días

Conocer personas en la fila de un restaurant

Visitar templos con tumbas que son montañas

Cuidar perros y plantas y casas de otros

Conocer una coctelera en Singapur, un exmilitar en Australia, un médico en Malasia, una húngara que vive en Tailandia,

Todo fue bello y transformador,

Como lo será ahora

Elegir quedarse,

Armar una rutina que me llene de ganas de vivirla,

Perderme entre los temas que me importan,

Que me ardan los ojos de leer,

Esperar la noche para sentarme en una casa que se siente mía a descansar,

Dejar de hacer trámites, al menos por un rato,

Aprender a estar, a permanecer,

Aprender a quedarme.

Hace muchos años, en un retiro del que no me canso de hablar, conocí a mi amiga S. Ella, en otro momento de la vida, se tatuó lo que necesitaba practicar. La palabra quedarse llegó a la piel de su pie en 2019, llega a mi corazón en 2024.

Este proceso de desdoblar la identidad, de reconocerme en otros deseos tan íntimamente relacionados conmigo, de seguir, aunque parezca contradictorio, construyendo una vida de la que no quiera escapar, trajo inesperadamente muchísima liviandad. Antes pensaba que estaba destinada a la lejanía, que mi felicidad siempre necesitaba de un más allá, de ese otro lado del mundo. Ahora me encanta saber lo mucho que he descubierto que me gustan las cosas de este lado, de este lado que puede ser Buenos Aires, Madrid, Zaragoza, las que puedo repetir una y otra vez y disfrutar por igual cada día.

Cuando le dije a D. que sentía que esa vida tan libre y en movimiento me estaba asfixiando, creo que, en realidad, quise decirle que quería dejar de irme todo el tiempo.

Vivir viajando en mí es un evento figurado y literal. Es estar y no estar, es que nunca te suelte sensación de estar errático.

Y yo ahora quiero poder vivir sin sentir que se me escapan las cosas, la vida, la presencia de las manos.

¿Preguntas sin respuesta? Compartí anónimamente esa duda sobre este tema, el que te esté persiguiendo o la vida y sus consecuencias para que lo conversemos en las próximas ediciones.

🪟Una ventana abierta

La consigna de hoy es simple: ¿qué empezó como libertad y se terminó convirtiendo en una jaula? Sé honesta con vos. No pasa nada. Se puede cambiar el rumbo.


En Qué más es posible, el espacio 1:1 para resignificar nuestras creencias con la escritura terapéutica, podemos trabajar juntas en desatar los nudos que te generan ruido mental y te alejan de vivir el presente con todos sus matices y emociones. Date permiso de habilitarte a vivir una vida llena de vida.


🔮Episodio humano e imperfecto con el maravilloso 🪄🪄D🪄🪄

Hoy toca el episodio más imperfecto que tal vez escucharán alguna vez en este espacio. Está interrumpido por aullidos de gatito (el nuestro❤️), llamados de un padre (el mío🫀!), y matecitos. Es un podcast grabado en lo que ahora es nuestra casa, en el cuarto oficina, con la persona que me aguantó sin saber posar y creando idiomas para hablar con tailandeses, vietnamitas, malayos, durante todo un año, pero, en realidad, hace ya 3 que me levanta los anteojos cuando se me deslizan por la nariz y yo tengo las manos ocupadas.

Hoy, hablamos sobre elegir quedarse, la culpa y los privilegios y los momentos de la vida con mi vikingo favorito (y respondemos o usamos de guía sus preguntas!).

¿Te gustó este contenido? Ayudame a llegar a más humanas como nosotras y compartilo en tus historias o envíaselo a tu persona favorita🪄.

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Actitud para aprender a disfrutar quedarse, amigas

Rebecca Mock

Vivamos estas semanas con la certeza de que los milagros se esconden en lo cotidiano.

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Humans in the making - el conversatorio
Un conversatorio con personas que admiro, tan humanas como vos y como yo, acerca de habilitarnos a escribir nuestras propias historias, resignificar nuestras creencias y construir una vida que sienta llena, disfrutable y liviana a la vez.
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Candelaria