🤸🏽♀️ Flexibilidad, ¿la verdadera resistencia?
·mayo· Sin fuerza, las cosas no se mueven.
La primera vez que tuve que ser fuerte tenía 8 años. David, un compañero de clase que me molestaba constantemente, agarró mis anteojos de la mesa, los tiró al suelo y los pisó. La maestra no hizo mucho al respecto, así que me enojé y le pegué. La segunda vez tenía 12. Me escapé de casa a lo de mi hermana más grande, no para que no me encontraran, sino como forma de rebelarme: necesitaba que mamá tomara en serio mi pedido de cambiar la vida que teníamos, y que yo sabía que ella tampoco quería.
La tercera ya me encontró un poco más grande, y no tuvo nada que ver conmigo. Mi otra hermana, la del medio, se iba a vivir con su pareja y yo quedaba viviendo sola con mamá. Mi cuerpo se inundó de desolación. Me sentía realmente sola frente al mundo, y este es un sentimiento muy difícil de explicar. Sé que quienes tienen hermanos y se llevan bien lo conocen. Ella seguía estando, pero el hilo que nos unía empezaba a estirarse, y mientras yo empezaba a ser adolescente, ella ya estaba formando su vida adulta. Un mundo, además de una dirección postal, nos separaban, y mi corazón se partía en pedacitos.
Tuve que ser fuerte en muchas otras situaciones, pero no lo sabía en ese entonces. No tenía, en ese preciso momento, conciencia de que una fuerza tiraba de mí. Y es que hablamos de la fortaleza, en un 90% de los casos (estadística de la universidad de MariCarmen), solo asociándola a momentos duros de nuestras vidas. De hecho, cuando les pregunté a ustedes hace tan solo unas semanas, me dijeron que reconocían que tuvieron que ser fuertes cuando emigraron de país, cuando les tocó afrontar la muerte de un familiar cercano, algunas esperadas y otras inimaginables, internaciones y tratamientos profundos por depresión y enfermedades propias. Ninguna de las historias que recibí tienen que ver con ser fuerte a partir de un hecho positivo, pero yo creo que la fortaleza siempre está, aunque se haga evidente en situaciones en las que necesitemos tirar más de ella para continuar con vida.
Transitamos momentos muy duros a nivel físico, emocional y mental, y, sin embargo, sobrevivimos. Y, cuando finalmente pasa la tormenta, descubrimos que, aunque por dentro todo esté quemado y devastado, las raíces siguen estando. Estamos ahí. Un día, después de que el tiempo haya pasado, se haya llevado algo de la basura, el aire secado la superficie y el agua de lluvia limpiado hasta los lugares más recónditos, descubrimos que el terreno vacío puede significar también un terreno capaz de sostener y albergar nuevas posibilidades. Después de la tormenta, incluso todavía barriendo y limpiando los restos, descubrimos que existe en nosotros una fuerza que creíamos imposible. Seguimos vivos.
El dolor y el trauma nos acompañan a lo largo de nuestra historia porque no pueden borrarse, pero no siempre delimitan nuestra historia. Más de una vez lo he comentado en privado: el verdadero trabajo para quien lo vive no es el hecho traumático en sí, sino el devenir, lo que empieza a aparecer entre las grietas después. Pero, eso, comparado al hecho de vivirlo en primera persona, es insignificante. Si tuve que experimentar eso, puedo trabajar en los restos residuales. Son menores. Son incomparables.
Somos mucho más fuertes de lo que creemos. La fortaleza no nace por arte de magia. Está todo el tiempo con nosotros, tanto que a veces hasta nos confundimos y creemos que ser fuertes es carecer de emocionalidad (¿te suena eso de que los hombres no llorannnnn?). Incluso, llegamos a codificar que, como descubrimos la fortaleza a partir de hechos dolorosos y hasta traumáticos, es un aspecto negativo. Casi como si ser fuertes fuese un castigo de haber pasado por momentos en los que la única alternativa a la fortaleza era dejar de existir.
¿Y si cambiamos la perspectiva? ¿Y si… resignificamos la fortaleza?
Ser fuertes es una condición necesaria de quien desee vivir, dijo una de ustedes, una humana de esta comunidad. Estoy de acuerdo, porque desear vivir no es lo mismo que estar vivo. Quienes pasaron por momentos durísimos lo saben: respirar, hacer llegar sangre al corazón no tiene que ver con el deseo de vivir, y mucho menos con el deseo de disfrutar de esa vida. Escribiendo esto, entiendo el punto al que quiero llegar: yo tuve que ser fuerte para hacerme cargo de vivir (y construir) la vida que quería.
Solemos creer que los momentos felices son más fáciles de sobrellevar, y yo pienso que esto se debe a la ilusión que nos provee sentirnos anchos, expandidos, eternos. ¿Cuántos de nosotros podríamos disfrutar teniendo presente lo trágica que es la vida, sabiendo que ese instante de felicidad ya se fue, no se va a repetir igual nunca jamás, y, encima, todos nos vamos a morir? Ese es un superpoder, una superfortaleza: como dijo una de ustedes, saber que esto también pasará, y sostener y saborear los momentos más lindos incluso sabiendo que se van a terminar. Porque la luz al final del túnel significa que, después de mucho negro, salimos a la luz, a flote, pero también significa que todo se termina.
Tal vez, entonces, la fuerza sea una aptitud intrínseca, y exista también para lo bueno, tejiendo y sosteniendo los hilos de nuestras acciones.
Porque también hay que ser fuerte para elegir cambiar de trabajo.
Hay que ser fuerte para dejar la comodidad del hogar.
Hay que ser fuerte para emigrar.
Hay que ser fuerte para decir que no.
Hay que ser fuerte para sostener.
Así que supongo que somos quienes somos por un montón de razones. Y quizá nunca conozcamos la mayoría de ellas. Pero aunque no tengamos el poder de elegir de dónde venimos, todavía podemos elegir adónde vamos desde ahí. Todavía podemos hacer cosas. Y podemos intentar sentirnos bien con ellas. Las ventajas de ser invisible
Cuando empecé a tomar clases de yoga me obsesioné (como me pasa con todo lo nuevo que conozco) con la filosofía budista y fui algunas veces a un centro de meditación en Buenos Aires. Ahí, además de meditar, teníamos charlas con monjes que compartían enseñanzas y perspectivas del budismo, sobre la vida y problemáticas modernas. En una de esas, hablamos de la importancia de la flexibilidad mental.
Para el budismo y para varios estudios científicos, la meditación es, por ejemplo, un recurso para practicarla. Desde entonces, me he ido alejando y perdiendo del yoga por etapas, pero la flexibilidad como la verdadera resistencia ante la vida es un concepto que sostengo hasta ahora, tanto que me he tatuado una regla flexible, como las Maped que lanzaron en Argentina en los 2000 y fueron toda una revelación: la flexibilidad dentro de la estructura.
Reinventarse, ir armándose por capas, constancia en repararnos a nosotras mismas (y buscar la forma para conseguirlo cada vez), encontrar soluciones para poder avanzar, ser flexibles y hacernos chicle muchas veces es una aptitud que puede acompañarnos por igual, como la fortaleza, en situaciones agradables y en las que duelen lo que un ladrillo sobre el pie.
Tenacidad, amorosidad, templanza, renacimiento, conocimiento, instinto de supervivencia, adaptación, adaptabilidad y vulnerabilidad son algunas de las palabras que ustedes eligieron para relacionar con la fortaleza.
Mi amigo Tomi (y la física) dice que, sin fuerza, las cosas no se mueven. Son inertes. Después de todo, empiezo a pensar que la fortaleza vive en nosotros siempre, solo que cambia de forma.
Se viste de fuerza para activarnos, para movernos hacia adelante, a dónde sea que vayamos, para impulsarnos a vivir, y se viste de fortaleza cuando necesitamos resistir.
En cualquier caso, la flexibilidad puede ser ese tutor que nos acompaña a encauzar nuestra fuerza o fortaleza en aquellos espacios en donde más impacto tendrá en nosotros y en el mundo, porque, de seguro, tiene mucho más efecto redoblar la apuesta y redireccionar un camino que aferrarnos a la rigidez por permanecer en él.
Antes de venir a Asia, hablamos mucho con D. sobre ser flexibles. Yo sé que, a nivel contextual, tengo esa capacidad. Duermo en cualquier lado, me adapto a diferentes costumbres, comidas, horarios. Lo trabajo en otras cosas, y cuanto más lo consigo, más me convenzo. La flexibilidad es la actitud madre. Si conseguimos ser genuinamente flexibles (que no sumisos o sin límites, por favor, que no es lo mismo), conseguiremos vivir y gozar frente a cualquier viento que, intencionalmente o no, nos haga tambalear. Tal vez la flexibilidad sea la verdadera resistencia para quienes buscamos un vida con sentido, lo que signifique eso para cada uno.
Otras voces
Hoy no podía invitar a otra persona que no sea ella, la mujer que me transmite fuerza con tan solo escuchar su voz.
Kit para resignificar la fortaleza
Un libro: Un temporal, de Ansilta Grizas.
Un podcast: este episodio de Luján y mi gran amiga, Magui.
Una película: Cinco lobitos, ganadora de algunos Goya.
Una poesía de Rupi Kaur y una pregunta:
Ahora que eres libre
y la única obligación que tienes
es la de seguir tus propios sueños
¿qué vas a hacer con tu tiempo?
Me encantó Cinco Lobitos 🧡