·3· Inclinarse y esperar la caída
La vida misma - envío 1 día tarde, 29 horas de viaje después.
Qué difícil son las despedidas ahora, me dice D, con una mezcla de nostalgia y angustia.
Escribo esta columna con la resaca de las despedidas encima. Algunos días de corrido bastaron, aunque nunca sea suficiente el tiempo, para decir adiós a nuestras personas más importantes.
9 meses, lo que un parto, estuvimos viviendo en Buenos Aires. Yo digo que fue una maestría de autoconocimiento. Fue el año en el que me tuve que sentar conmigo misma a negociar aplicar todo lo que había aprendido en años de terapia, cursos, lectura, escrituras. Y lo viví, desde el principio, como un momento eterno, pero sé que no para todo el mundo es así. Durante los últimos 3 meses la abuela ya me recordaba que esas visitas iban a ser las últimas, papá, de a poco, empezó a ponerse más sentimental y, sin darnos cuenta, llegamos a la última semana.
No sé si por inconsciencia, negación o porque simplemente ya acepté internamente que este es el precio (uno de los tantos) que tengo que pagar por vivir la vida que elijo, pero, por lo general, las despedidas no me dejan sabor amargo. Me dejan la tristeza de perderme trocitos de vida de mis sobrinos, de saber que cuando los vuelva a ver van a ser otras personas, otros niños, otros adolescentes, pero no me dejan una angustia aplastante. Tal vez también tenga que ver mi obsesión que me persiguió durante años por aprender a vivir en en el presente, con lo que tengo ahora, en donde sea que esté.
No tengo memoria de cuándo fue la primera vez que me hice esta pregunta, pero, desde entonces, me persigue. Cambia la forma, cambia el contexto, pero el contenido permanece. Siempre me pregunté qué hacen las personas embarazadas durante la última semana anterior al parto. Evidentemente, como no es ciencia exacta, esa semana, esa fecha de parto, no siempre se cumple, y ahí hay que seguir, permanecer, sosteniendo la espera. Me pregunto qué hacen esas mujeres mientras esperan a que les cambie la vida. ¿Qué se hace mientras se espera la última semana antes de que te cambie la vida?
Mientras escribo, la casa todavía está dormida y el silencio me permite ver. Nada de lo que dejo en Buenos Aires esta vez, la que más he disfrutado y vivido, estará cuando vuelva. Al menos, no de la misma manera. Sé que mis sobrinos serán más grandes y estarán más cerca de ser las personas que serán por el resto de sus vidas, pero también sé que mi abuelo, o quien alguna vez fue mi abuelo, puede que ya no esté; que papá va a sentir que la casa le queda grande y vacía, que mamá vivirá en otro lugar, que mis amigos tomarán decisiones que los acercarán a sus deseos y tal vez los alejen física o emocionalmente de mí, y que yo no voy a estar en el proceso de nada de esto.
Soy una espectadora de la vida de quienes más quiero. Cuando viajamos, cuando se elige vivir de viaje, vivir en viaje, no estamos. Podemos intentar hacer presencia en la ausencia, acortar la distancia, pero la vida que sucede aquí, así como sucede la de mis más amigos en España, en este instante, la perdés. Nada podés hacer para recuperar esos trocitos de vida. No estás, y no estás porque estás en otro lado, pero cualquiera sea el dónde, aquí sigues sin estar.
Por momentos es duro convivir con eso, con saber, a conciencia y elección, que es uno el que no está. Si lo sigo eligiendo, es evidente que, de alguna extraña manera, el viaje, la búsqueda, la vida allá, a 29 horas de distancia, sigue siendo mi motor, al menos por ahora.
Este año me tocó el asiento en primera fila para ver a mi última sobrina llegar a este mundo, para ver los destellos de mi abuelo que cada tanto aparecen, ver a D construir un vínculo con papá sanador y trascendental, volverse una persona tan admirable, acompañar a Sofi a la Legislatura, probar el curry de Yohanna, pasar los viernes en la casa de la abuela, pasar 7 horas en la casa del tío charlando, disfrutar las madrugadas con Dino, conocer la casa de mi hermana más grande, abrazarme con la otra.
Este año tuve el privilegio de colarme tras bambalinas para espiar lo renunciado, para robarme trocitos de la cotidianeidad de quienes me conforman, y volver, por 9 meses, a ser parte de la obra.
La fraternidad de los argentinos, está comprobado, no existe en ningún otro lugar del planeta Tierra.
Foto de la semana, xD.
“espiar lo renunciado” es sublime ♥️