En Argentina, a los famosos se les dice que no resisten un archivo, haciendo alusión a la cantidad de veces que se contradicen, se pelean, se amigan, se afirman, se desmienten.
En el mundo de los mortales, el mundo en el que las decisiones y los dichos suelen tener más peso que lo que se dice en la tele, contradecirse y cambiar de opinión también parece difícil de perdonar y olvidar. Lo más ridículo es que no basta con que aquel cambio de plan no afecte a nadie más que a uno mismo, siempre suele haber personas que te lo recordarán (porque parece que creen que uno no tiene memoria y se olvida de su propio recorrido o palabras).
Yo lo entiendo. La abuela, por ejemplo, suele ser esa persona en mi vida. Y lo comprendo, de verdad, no la juzgo: creció dentro de una estructura que no podía modificarse demasiado, mucho menos festejarlo. Yo, sin embargo, hace días me tatúe una regla doblada. La flexibilidad dentro de la estructura.
Yo no quiero resistir ningún archivo. Quiero que, si es necesario, hasta mis valores más elementales se trastoquen. Quiero ser una persona en movimiento, pero, sobre todo, quiero ser una persona que se conoce. Aferrarse a decisiones o ideales hace que no sepamos realmente quiénes somos, porque nos apegamos a valores o argumentos que, en muchos casos, ni siquiera tienen que ver con una versión antigua de nosotros mismos.
En mi caso, lo que siempre se sostuvo y resiste a pesar del viaje, por ahora, son los viajes y la escritura. Si no estuvieran, si un día, de repente, me levantara y sintiese que escribir ya no es lo que quiero y disfruto, que ya no me interpela, tendría que transitar un duelo, porque sí, hace muchísimos años es parte de mí, de lo que soy. Por suerte, por ahora, ese duelo me lo ahorro, que ya estoy gestionando otros.
Como aceptar que no se puede tener todo, por ejemplo. Este año fui muy feliz estando en una casa grande, con un patio con sol y espacio donde hacer yoga, y disfrutar de eso me hace repensar si valen los viajes, si sigo queriendo pagar el precio. La respuesta por ahora sigue siendo sí, mas no sin pensar en el día en que diga ya está, hasta acá, quiero poder vivir sin pensar en ahorrar constantemente para vuelos, quiero habitar una casa alejada de las grandes ciudades. Me la imagino en el campo, en algún pueblo, con un espacio grande para animales, plantas, y, por supuesto, un cuarto propio.
Me gusta el movimiento y me gusta la quietud. Me gusta el caos y me gusta el silencio. Me gusta el viento frío del invierno y me gusta el sol de verano. Me gustan los días al aire libre y me gusta la lluvia que cae a borbotones. Me gustan y me identifican muchas cosas, pero no siempre pude disfrutarlas.
Soy una experimentadora, le respondo siempre a mi abuela cuando me dice que ya voy por el décimo deporte que empiezo y dejo. Empezó como argumento a mis cambios, hoy es mi bandera.
Soy la dicotomía más grande de mi vida porque soy una experimentadora. No vine a aferrarme a ideas, a deportes, a decisiones, a carreras, a profesiones, a lugares.
Durante mucho tiempo me pelié con ello y me centré en admirar a quienes sí pueden hacerlo. Les gusta el vóley y lo juegan siempre que pueden, cualquiera sea la condición. Les gustan los autos y se centran en ello. Les gusta un tema y lo estudian, hacen másters, tesis, proyectos, doctorados.
Me pelaba con esa parte de mí que sabe que, probablemente, nunca seré experta en nada, porque cambio. Con el tiempo, uno aprende, y aprendí a disfrutar de saber de todo un poco, de vivir con la curiosidad siempre encendida, de animarme a decir no sé, no sé de qué estás hablando, de aprender de los demás y no tener que ser experta, pero, sobre todo, a no castigarme e ir contranatura. Soy una convencida, espiritual y científicamente, de que podemos cambiar y trabajar en cualquier aspecto de nosotros que no nos guste. Pero es que, esta vez, no quiero. Prefiero dedicar energía a aceptar eso de mí, en vez de intentar amoldarme a formas de vida que se me ofrecieron, pero no me cuadraron.
Seguiré viajando, seguiré cambiando, seguiré escribiéndolo, seguiré diciendo que hay cosas que no sé, seguiré aceptando que no resisto archivo. Empezaré a percibirlo como un proyecto, como lo que soy, algo en construcción, en donde los archivos no serán más que pruebas del experimento.
Los argentinos somos muy dados con nuestros seres queridos. Prestamos la casa, prestamos el auto, prestamos plata, prestamos ropa. Prestamos nuestra vida a los que se encargan de encenderla y disfrutarla con nosotros.
Foto de la semana, por D.
¿Cuál es la grieta de archivo de la que más te enorgulleces?
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Decía que ni loca iba a publicar cosas en mis redes porque me daba vergüenza 🙃