🐛 Hacer un triunfo de algo que supo ser un problema
·49· Cambia la historia que te estás contando
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En la vida siempre parece haber dos tipos de destino para todo. No hace falta saber cuál para saber que si no será uno, será el otro. Uno de los dos se adueñará del partido y esa goleada quedará guardada en la historia de a quienes les importó. Así pasa incluso con las aptitudes más versátiles y modificables de las cosas. Si una maceta fue blanca, siempre recordamos sus días reflejando los rayos del sol en la esquina de casa, al igual que recordamos todos esos momentos en los que nos castigamos etiquetándonos de blanco cuando podríamos haber sido negro, rosa, celeste.
Cuando era chica me gustaba muchísimo mirar. Recuerdo toda mi infancia siendo espectadora de la película. Miraba a mis hermanas cuando se juntaban con sus amigas. Me pasaba horas entre ellas sin hablar ni entender absolutamente nada de sus temas del momento: chicos, peleas, criticas a compañeros del secundario o del trabajo. Los días de cumpleaños o festejos con todos mis primos me los pasaba más en la sombra que en los juegos, mirando cómo mis primas Naza y Ro se mandaban todas las cagadas típicas de la edad: hacer cosas a escondidas, jugar a cazar luciérnagas después del atardecer. Recuerdo, también, un sábado a la mañana, caminando por Avellaneda con mamá, comprando ropa barata y revolviendo entre canastos de ofertas. No mires tan fijo, no mires tanto. Pregunté por qué y mamá dijo que no quedaba bien. Si no queda bien observar tan fijo, entonces tengo que hacerlo con más disimulo. Pero nunca dejé de observar.
Hay gente que presta atención a las referencias para saber cómo llegar a un lugar sin usar el mapa. Yo siempre observo a las personas. Soy bastante torpe y ser disimulada no es algo que esté muy metido en mí: me tropiezo seguido, me golpeo con cosas, no sé hacer señas para jugar a las cartas y más de una vez respondo cosas sin sentido. Pero observar, observo bien.
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