🌌 diario de octubre, en Malasia
Cosas a las que presté atención y sobre las que escribí en mis notas del celular
La vocación es diferente del talento. Se puede tener vocación y no tener talento. Es decir, se puede ser llamado sin saber cómo ir.
Clarice Lispector
No me acuerdo de la voz del metro de Bangkok, el transporte público que más tomamos desde que llegamos a Asia. No lo recuerdo y me pone triste porque siento que aunque puedo preguntarle a D. cuál era el nombre de nuestra estación, o aunque vuelva a la ciudad y lo escuche y se despierte el recuerdo, ya no va a ser lo mismo. Ya perdí el recuerdo de la primera vez que escuché la voz de la señora del metro de Bangkok y nunca va a volver a ser igual, aunque reinvente la memoria. Olvidar, a veces, me pone contenta: cuando me doy cuenta de que la voz que tanto miedo me generaba está cada vez más borrosa, cuando los recuerdos parecen doler cada vez menos. Pero a veces el olvido te roba pedazos de identidad que no se pueden recuperar. Aunque, ahora que lo pienso, recordar tampoco es poseer, sino un acto constante de resignificación minúscula de lo que creemos que vivimos.
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La naturaleza me regula. Me sorprendió volver a tanto verde en Langkawi. Penang es muy linda pero vivir ahí es como no vivir en este mundo. Es como estar en un condominio en Estados Unidos, pero cuando salís descubrís que estás en Malasia. Es muy lindo para pasar una temporada, pero no para vivir en el sudeste asiático. Eso no es el sudeste. No sé que es, un híbrido, pero es otra cosa.
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A veces me canso de tener miedo. No es que me pongo triste porque quiero ser más valiente ni más atrevida. Es cansancio puro y duro. Supongo que cansarse de una mismo es una buena señal, un indicador de que tenemos la capacidad de expropiarnos salirnos de nosotras mismas por un rato.
Un día fuimos a merendar pancakes con mango y café frío y nos sentamos en una mesa en la que daba un poco el sol. Dos empleados vinieron, en dos momentos diferentes, a preguntarme si no quería cambiarme de lugar, que había algunas mesas vacías en diferentes partes de la cafetería, pero todas a la sombra. Las dos veces me negué y me retrucaron que había mucho sol y que ahí hacía mucho calor. Me quedé. Tenemos una percepción diferente de lo que es el sol: a mí me da vida, a ellos les quita estatus.
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A veces conviene aceptar el vacío que deja la pérdida. Renunciar a la distracción. Aceptar que ya no hay nada que decir.
Las gratitudes, Delphine de Vigan
Últimamente me indigna la insuficiencia. Las mujeres tienen que trabajar y también maternar, los artistas tienen que crear y también participar de las redes para difundir su arte. Me molesta que la sociedad sea un lugar en el que nunca es suficiente lo que se es. Siempre hay que hacer algo más. Suceder no alcanza.
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Escribir muchas veces se siente horrible. Aunque el después sea satisfactorio, aunque cuando cierres el cuaderno sientas que cumpliste con vos. Escribir, y supongo que aplica a cualquier actividad que nos guste y nos desafíe a partes iguales, no siempre es gustoso. A veces es resistir, resistir, resistir, resistir, confiar, y esperar que el próximo día sea mejor.
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Mi sistema de creencias blanco, occidental y prejuicioso espera que las chicas musulmanas piensen mal de mí. Que muestro mucho cuerpo, que se me ve demasiado la piel, que soy impura porque mi pelo está al viento. Pero ellas siempre me ven hermosa. Cada vez que tengo la oportunidad de cruzar palabras con alguna de ellas, recibo el mismo piropo. Que soy very beautiful, y me dicen, yo pienso que en ese instante el mundo también lo es.
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Soñé que volaba y un superhéroe venía y se estrellaba contra mí. O yo contra él, no sé, porque yo me volvía micropartículas, pero cuando lo veía venir, justo un minuto antes, no me inmutaba. Quería ser destruida. Quería destruirme.
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Un día fuimos a la playa y pedimos una pelota de vóley para jugar en una cancha. Se acercaron 4 hombres musulmanes y esperaban a que los invitáramos a participar. Primero se sumó uno, después 2, y por último uno más. Eran de Pakistán. Uno era médico y tenía amigos argentinos, me dijo. Era el que mejor jugaba y estaba en mi equipo. El que jugaba con D. dijo que le gustaba más Ronaldo que Messi. A pesar de ese desagradable suceso, fue un lindo momento.
Momentos más especiales:
Volver a andar en moto entre verde, verde, verde.
El día que bajábamos de la cima de la montaña en moto y largó a llover con todo y pude disfrutar aún teniendo miedo.
Ver el partido del Tottenham con Patti y Bob cuando volvieron de Grecia.
Leer El peligro de estar cuerda.
Y vos, ¿en qué pusiste tu atención?, ¿qué te llevas del mes?, ¿cuáles son ahora tus recuerdos más especiales?
Respóndeme, escríbeme, coméntame, cuando quieras, lo que sientas.
Nos vemos en dos semanas,